La casa de l'Ardiaca fue construida en el siglo XV por el Archidiácono Lluis Desplà, a partir del edificio del siglo XII que era residencia de la jerarquía eclesiástica de los arcedianos. Es un palacio gótico, adosado a la antigua muralla romana, con un claustro cerrado por un muro en el que se abre el portal renacentista. El resto de aperturas del edificio son de estilo gótico flamígero.
En el siglo XIX el arquitecto Josep Garriga se encargó de la remodelación del edificio y lo unió con la vecina Casa del Degà. También convirtió el patio interior en un claustro. En 1902, cuando era sede del colegio de Abogados, fue reformado por el arquitecto modernista Lluís Domènech i Montaner y en 1919 por Josep Goday. El ceramista Josep Roig creo los azulejos novecentistas que decoran la parte baja del patio y el pasamanos de la escalera desde la década de 1921.
El patio es un lugar apacible y silencioso donde solo se escucha el sonido del agua, cayendo del surtidor de la fuente gótica. Tiene forma de claustro, con una escalera que nos conduce a la romántica terraza superior. En el centro del patio hay una gran palmera que está en este lugar desde 1871. Dice la leyenda que ha crecido por encima de los edificios para ver a su amor, otra palmera del claustro de la catedral, que se encuentra al otro lado de la calle. El día del Corpus Christi, la fuente se llena de flores y se celebra el tradicional "l'Ou com Balla".
Si entramos en la planta baja del edificio, podemos ver un fragmento de la antigua muralla romana y dos arcos de los acueductos romanos de finales del siglo I aC. En la reforma de 1902, el arquitecto modernista Lluís Domenech Montaner, añadió un buzón en la fachada renacentista, con una tortuga acompañada de varias golondrinas. Lo esculpió el artista Alfons Jujol y representa a la justicia que vuela muy alto, pero que los procedimientos burocráticos la hacen lenta como una tortuga.
Desde el año 1921 la Casa de l'Ardiaca es sede del Arxiu Històric de la Ciutat.